JRC

El proyecto para la nueva sede del Joint Research Centre (JRC) en la Isla de la Cartuja se concibe como una pieza arquitectónica que parece flotar sobre un gran jardín. Su implantación responde a la voluntad de integrarse en la trama urbana y dialogar con su entorno inmediato —la Torre Sevilla, el edificio WTC y el Parque Magallanes—, convirtiéndose en un nuevo nodo de conexión entre el Monasterio de la Cartuja y la ciudad.

Desde una visión urbana, la propuesta persigue ampliar el espacio público mediante retranqueos que prolongan los recorridos peatonales y abren nuevas perspectivas hacia el río. La ocupación del solar se optimiza reservando dos tercios de la superficie para la primera fase del edificio y dejando libre el resto para posibles ampliaciones futuras. La orientación norte-sur aprovecha tanto la luz natural como los vientos dominantes del Guadalquivir, mientras que la topografía existente se transforma en una alfombra verde continua que unifica paisaje y arquitectura, haciendo que el edificio emerja con ligereza sobre el terreno.
El conjunto se organiza alrededor de un gran atrio abierto al jardín inferior, corazón espacial y climático del edificio. En torno a él se distribuye un programa en tres niveles: una planta baja con usos comunes, dos plantas superiores que albergan doce “clusters” de trabajo interconectados y una cubierta coronada por una amplia marquesina. Esta última actúa como filtro solar y soporte de 2.500 m² de paneles fotovoltaicos, dotando al edificio de autosuficiencia energética. Los patios y vacíos interiores favorecen la iluminación natural, la ventilación cruzada y las relaciones visuales, mientras que las terrazas y la vegetación en fachada extienden la experiencia del jardín hacia el interior, generando una atmósfera amable y saludable.
Con una clara vocación sostenible, el proyecto adopta una estrategia bioclimática avanzada que aspira a alcanzar la condición de NZEB (Nearly Zero Energy Building). Su sistema “box-in-box” reduce los espacios climatizados y crea zonas intermedias ventiladas de forma natural. La ventilación cruzada, los sensores de luz y presencia, y el aprovechamiento de la inercia térmica del forjado regulan de manera pasiva el confort interior. Las cubiertas verdes, de bajo mantenimiento, reducen la isla de calor y contribuyen al equilibrio térmico, mientras que la energía fotovoltaica instalada cubre buena parte de la demanda energética residual. Todo el conjunto se adapta de manera natural a las estaciones, aplicando estrategias diferenciadas para el verano y el invierno sin depender en exceso de sistemas mecánicos.
El paisaje se concibe como una prolongación del edificio. El terreno se modela en un plano ajardinado a –3,5 metros, sobre el que la arquitectura parece levitar. Una malla cerámica modular permite estabilizar pendientes, drenar el suelo y articular distintos usos: recorridos peatonales, carriles bici, áreas de descanso o espacios para eventos. En la zona reservada para una futura ampliación, se proyecta un jardín productivo o bosque temporal con especies autóctonas —álamos, jacarandas, ficus, grevilleas y buganvillas— que, además de generar sombra y biodiversidad, compensa la huella de carbono del proceso constructivo.
El resultado es un edificio que fusiona innovación, sostenibilidad y paisaje, planteado como un nuevo ecosistema de investigación y convivencia en el corazón de Sevilla.