La propuesta para las 32 viviendas en Huerta Nueva se formula desde la lógica de la integración y la claridad urbana. No busca destacar por su excepcionalidad formal, sino por su capacidad para suturar el tejido del entorno, continuar las alineaciones de la calle José Díaz Oliva y articular con naturalidad la relación entre ciudad y parque. En un barrio aún en proceso de consolidación, el proyecto se presenta como una pieza urbana ordenadora, rotunda en su geometría, pero atenta a los matices del lugar.
El edificio se plantea como un volumen compacto, de cuatro alturas más ático, que aprovecha el desnivel de la parcela para alojar el aparcamiento en planta baja sin interferir en la escena urbana. La gran operación formal del proyecto —un vacío central que perfora transversalmente el edificio— no es un gesto estético, sino una estrategia de relación urbana. Esta abertura actúa como acceso peatonal al corazón del edificio, pero sobre todo como filtro visual y espacial entre la ciudad consolidada y el parque lineal que remata la manzana por el suroeste.
Tipológicamente, se apuesta por viviendas pasantes que aprovechan al máximo la doble orientación: al noreste, hacia la calle y el tejido urbano; al suroeste, hacia el parque, el sol y la ventilación. Esta organización permite generar unidades con ventilación cruzada, terrazas generosas y estancias principales volcadas hacia el paisaje. Las terrazas cubiertas, concebidas como prolongaciones habitables del salón, se convierten en un espacio intermedio fundamental en el clima malagueño: refugio solar, filtro térmico y extensión vital de la vivienda.
La economía del proyecto no compromete su dignidad arquitectónica: la fachada se resuelve con un sistema de mortero pintado en tonos neutros, donde un sutil llagueado horizontal y vertical introduce una modulación precisa que ordena la composición. La ausencia de materiales costosos es sustituida por un lenguaje sobrio, contenido y cuidadosamente ejecutado. Una arquitectura que demuestra que con pocos medios es posible construir ciudad con sentido, escala y carácter.
Más que un edificio, esta propuesta se concibe como una infraestructura habitacional porosa, capaz de asumir el paso del tiempo sin perder identidad. Una arquitectura que no busca protagonismo, sino pertenencia. Un prisma denso que se abre estratégicamente a la luz, al aire y al parque, y que convierte el límite de la ciudad en un umbral habitable.