La propuesta para la parcela R12 en Mijas nace de una lectura atenta del lugar, entendiendo la topografía, la orientación y el contexto construido como variables activas en el proceso de diseño. Frente a una posible lógica de compactación o de manzana cerrada, se elige una estrategia de apertura: una disposición en forma de U que se abre con determinación hacia el sur, en busca de luz, vistas y ventilación cruzada. Esta decisión no solo define la forma del conjunto, sino que estructura toda su lógica espacial, climática y funcional.
La forma en U no es arbitraria ni formalista. Responde a la voluntad de liberar el interior de la parcela, de permitir que el vacío central actúe como un pulmón verde, una cámara de aire y un espacio de encuentro. Este espacio ajardinado no es un remanente, sino el verdadero centro de gravedad del proyecto, donde convergen los accesos, las visuales y la vida cotidiana de los usuarios. Al abrirse hacia el sur, el proyecto se protege del ruido del vial norte y de la presencia masiva del centro comercial colindante, al tiempo que se expone al paisaje lejano, al mar, al horizonte.
Es en los testeros donde la arquitectura se vuelve más precisa, más afinada. Lejos de cerrar los extremos con muros ciegos o paños inertes, el edificio se deja tallar en sección, en una operación deliberada de sustracción. Planta a planta, el volumen se vacía, liberando una secuencia de terrazas profundas que escalonan la fachada. Esta estrategia, más que un gesto, es una decisión estructurante: permite mejorar el soleamiento de las viviendas, reducir la percepción de masa construida y generar un repertorio espacial rico, donde el límite entre interior y exterior se desdibuja.
Las terrazas, amplias y moduladas, no se entienden como adición o complemento. Son parte esencial del dispositivo proyectual. Actúan como habitaciones exteriores, como filtros climáticos, como umbrales donde se habita la luz, el aire y el paisaje. Su geometría responde a una lógica de sección continua, donde cada retranqueo introduce variaciones sutiles en la proporción y la relación con el entorno. En planta, las viviendas se abren a estas plataformas exteriores como si prolongaran su domesticidad hacia el exterior.
El tratamiento del testero, tallado y escalonado, transforma lo que habitualmente sería un límite opaco en una fachada activa, vivida, luminosa. Esta operación se acentúa en los áticos, donde las terrazas alcanzan su máxima expresividad: abiertas al sur, con vistas largas y sin interrupciones, ofrecen a las viviendas una cualidad casi horizontal, como si fueran casas dispuestas en altura. La arquitectura no se impone al entorno; se adapta, se acomoda, se deja colonizar por la vida y el clima.
Desde una lectura volumétrica, el conjunto encuentra equilibrio entre compacidad y fragmentación. La disposición general ofrece densidad y control urbano, mientras que el vaciado progresivo de los bordes rompe la rigidez del bloque convencional. El resultado es una arquitectura que no busca brillar por impacto visual, sino por ajuste, por precisión, por sensatez. Cada gesto responde a una necesidad real: abrir, orientar, proteger, habitar.
El sistema de circulación y accesos se organiza con eficiencia y claridad. Los núcleos verticales, distribuidos con regularidad, aseguran un funcionamiento lógico y racional del conjunto. En planta baja, los accesos peatonales, los porches y los espacios comunes se tratan con generosidad, extendiendo el espacio público hasta el umbral de cada portal. El bloque derecho se complementa con locales comerciales en planta baja, aportando una capa de actividad que refuerza la conexión con el tejido urbano existente.